Para el Partido Revolucionario Moderno colocarse a la altura de la demanda y exigencia histórica de la Nación, es necesario marcar distancia no sólo de la praxis y herencia perredeista, sino también del comportamiento de la clase política dominicana en los últimos 60 años.
Una simple mirada al proceso democrático embrionario ayuda ilustrar que el golpe de Estado al presidente Juan Bosch parió, entre otros acontecimientos no menos importantes, un gobierno de facto, el alzamiento de Manolo Tavares Justo, la Guerra del 1965, la intervención político-militar, el gobierno constitucionalista, el gobierno provisional y el gobierno de 12 años de Joaquín Balaguer. Todo lo anterior, en un interregno de 4 años.
El proceso de transición democrática ha sido muy prolongado en el país, es una clara señal de inmadurez del sistema de Partidos Políticos y de la propia clase política. Las líneas generales y programáticas de Partidos Políticos están preñadas de inconsistencias ideológicas, mientras un discurso difuso, de pobreza conceptual y de escaso rigor filosófico ha pernoctado por años en la vida política nuestra.
El Partido Revolucionario Moderno nace como negación de todos estos traumas, accidentes y turbaciones padecidos por el pueblo dominicano y, como tal, resulta una respuesta dialéctica, un salto de carácter evolutivo, de esencia cualitativa, llamado a servir de instrumento de modernización, fortalecimiento y consolidación institucional del país, así como del adecentamiento moral en la administración de la cosa pública.
Para asumir este reto, desafío y compromiso histórico, el Partido Revolucionario Moderno debe empezar a caminar en la adecuación efectiva e inteligente de su membrecía, volver a las aulas, trabajar el aspecto ideológico y meter en la psiquis de cada perremeista la importancia de los valores y principios éticos y morales en la actividad política y personal.
Construir los organismos del partido bajo la filosofía de hermandad y compañerismo, cultivar los sentimientos de solidaridad y humanismo.
Trabajar para conectar con los problemas, necesidades y padecimientos de la gente y las comunidades, es una tarea irrenunciable de cada militante y organismo partidario. Saber asirse al discurso reivindicativo de sectores y comunidades es la razón de ser del activista y dirigente de un Partido que procura el bienestar de la gente.
Que lo bueno del pasado sirva a la construcción del porvenir, que podamos reconocer autocríticamente los errores del pasado, que esto ayude como enseñanza, que nos aleje de caminar sobre los mismos errores tácticos, y que cada vez, con la sabiduría demostrada, saber jerarquizar las contradicciones.
Articular una organización que su base primaria sea el mismo pueblo, que el esfuerzo colegiado encamine las mejores soluciones para el pueblo de la República Dominicana.
El PRM tiene que estar conteste con el proceso de adecentamiento ético moral que vive el país, que tiene carácter de cruzada y empuja transitar un hermoso camino despejando pus con hedor putrefacto.
Tener como líderes principales del Partido, al presidente Luis Abinader y al presidente Hipólito Mejía, dos paradigmas, dos referentes del mejor ejercicio ético-moral en la dirección del Estado, es, y representa, un valor de trascendental importancia para el PRM y el país.
El PRM tiene mística y perspectiva duraderas de poder, para ello es impostergable atender la agenda estratégica organizativa, homogenizar un discurso y trabajar sin descuidar la formación política de sus mujeres y hombres.
El compromiso histórico del PRM, ES INELUDIBLE, manos a la obra…